En la ficción 'La cocinera de Frida', la escritora y periodista deja de lado por un rato el género policial para dar vida a Nayeli, la chef de la gran ...
Entonces me gustaba muchísimo jugar con los secretos familiares, en este caso los secretos de una mujer y en el caso de la familia Pallares jugar con los secretos de la mamá de los Pallares. Me limité a apretar fuerte la mano huesuda que el tiempo había desgastado hasta dejarla del tamaño de la de una niña y clavé los ojos en un frasco de crema que estaba junto al aromatizante de naranjas. –Elegí situaciones concretas en las que estaban la voz de Frida y la de Diego. Se dio la posibilidad de poder meterme en otro género que tampoco lo puedo definir y pasó y lo disfruté y pude poner de mí otras cosas y otras sensaciones y otras tramas de personajes con otras maneras de vincularse. Porque Frida es muy fuerte, se morfaba el personaje de la cocinera y ese desequilibrio iba a terminar siendo un error y una trampa en la que yo misma me estaba metiendo. El hermanito se muere de a los dos años y la mamá no puede soportar la muerte de ese bebé, se la pasa en la tumba y en su tristeza y en su depresión descuida al niño, a Diego, que había quedado vivo. Por supuesto que no fue la cocinera de Frida Kahlo, ni mucho menos, pero es como que barajaron y dieron de nuevo, no volvieron a mirar para atrás. –Estuve trabajando muchísimo en México en todo lo que tiene que ver con la investigación histórica de época, sobre todo de Oaxaca y de Tehuantepec. El único que no pudo cumplir tal vez fue el deseo más íntimo y más fuerte que ella tenía que era el de ser madre. Y ella no tenía ningún tipo de vergüenza con su desnudez, con su cuerpo, no tenía ningún problema con eso. Vos vas por la calle y preguntás de Frida Kahlo y todos saben que sí, que fue una pintora. La herencia de un misterioso cuadro irá revelando secretos familiares, en una trama que pone en juego la búsqueda de la identidad y el verdadero valor del arte.