Desde ParísPor cuarta vez en el siglo XXI, la ultraderecha aliada con la tecnología condujo a una democracia al colapso: el montaje mac...
Todos los empleados de la sección brasileña de Twitter fueron despedidos de un día para otro, entre ellos 8 empleados que, en San Pablo, se consagraban únicamente a la lucha contra la desinformación y la instigación a la violencia. Entre el 30 de octubre, día de la elección de Lula, y los disturbios del 8 de enero el cambio de propietario de Twitter y la modificación radical de su política de moderación crearon una situación explosiva en las calles: Elon Musk compró Twitter en el tercer trimestre de 2022 e, inmediatamente, despidió al personal encargado de la moderación de la red. El modelo económico e ideológico de las empresas de internet modelan y dirigen toda la realidad. Lo que siguió ya lo conocemos y lo hemos vuelto a ver el 8 de enero de 2023 en Brasilia. En parte ya lo hicieron cuando lograron convencer a millones de personas de que existía una realidad paralela y que era esta la única válida. Luego, una vez perpetrado el golpe, en un esquema similar a lo que ocurrió en el Capitolio, los golpistas difundieron imágenes y secuencias de su locura en Instagram, Telegram y Tik Tok. No ha habido nada de inocente ni improvisado en la toma de las sedes de los tres poderes brasileños: desde el viernes 6 de enero, a través de unas 10 mil cuentas de Twitter, el mensaje “Festa da Selma” se propagó entre los bolsonaristas. El seis de febrero de 2011, los manifestantes de la Plaza Tahrir en el Cairo escribieron en las veredas “somos los hombres Facebook”. En junio de 2016, la empresa Cambridge Analítica “aspiró” datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook con la meta de estructurar y enviar mensajes fervorosamente favorables al Brexit y, luego, a la elección de Trump en Estados Unidos (noviembre de 2016). El mundo virtual desempeñó un papel primordial en esas revueltas, tanto como en el drama brasileño, el asalto al Capitolio, la elección de Donald Trump y el Brexit, cuyos efectos nefastos han transformado una democracia tan antigua como la de Gran Bretaña. En ese entonces, las redes les abrieron la posibilidad de organizar las manifestaciones, pactar las citas y, sobre todo, prescindir de los medios de comunicación de masa para hacer circular sus comunicados y sus imágenes. Las redes sociales fueron la base contaminante y organizativa de la insurrección brasileña.