“Gracias por recordar a mi amigo”, se despidió Patricio Boero de la entrevista con TN, uno de los adolescentes más queridos por César Di Spalatro, ...
Se paseaba por las calles de Catalinas Sur con la camiseta blanca y celeste de su amado equipo. Combinaba sus estudios secundarios trabajando como repartidor en el negocio Fono Pizza: su objetivo era juntar plata para los fines de semana, ahorrar para las vacaciones —que ya se acercaban— en la Costa y comprar CDs de Guns N’ Roses, AC/DC y Marilyn Manson. En sus actos de rebeldía adolescente, ponía a todo volumen la música metalera para opacar las baladas de Ricky Martin que escuchaba su hermana. Hasta el día de hoy me dura el sobrenombre con el que me cargaba”, recordó Patricio con una sonrisa. “De haberse efectuado las obras necesarias, el accidente no habría ocurrido”, concluyó un informe de la causa. Con ayuda de la Prefectura, los fieles amigos de César echaron del lugar a todo aquel que intentara obtener una nota amarillista sobre el triste final de “Sapito”, como le decían cariñosamente al adolescente por sus ojos saltones. Según las crónicas de la época y lo que pudo reconstruir TN ahora con el relato de su entorno, César y su amigo Sebastián se bajaron a empujar el coche que ya había comenzado a inundarse. “Hace unos años, cuando lo trasladamos desde el cementerio de Flores a un cementerio privado en Ituzaingó, los hombres que desenterraron sus restos me dijeron que el cráneo estaba partido en varios pedazos. “César tenía una forma de ser que le buscaba el lado divertido a todo. Damián era otro de los adolescentes que viajaba con ellos en el “Sierra”. Aquella triste e inolvidable mañana, la familia de César, los amigos del barrio y del colegio se enteraban de su desaparición. Di Spalatro se bajó a empujar el coche, hizo dos pasos con el agua hasta la cintura y desapareció al pisar de lleno la boca de tormenta cuya tapa había saltado por la fuerza fluvial.